El dolor de la madrugada
- Juan J. Mesa
- 30 jun 2024
- 2 Min. de lectura
¿Recuerdas cuando todo empezó?
Tú pensaste que el comienzo había sido la recompensa
y, pues, claro que lo fue;
pero ese tan solo era el comienzo
y para empezar a camiar
lo primero es saber ver.
¿Recuerdas todas las palabras y los lápices de colores,
los trazos estilizados, las mayúsculuas que decían
por favor?
¿Y qué era lo que más miedo te daba?
Sí, que te dejara.
Pero ahora entiendes:
llegué ahí
porque lo merecías
y porque a partir de ahí
indudablemente me necesitabas.
Y ahora te levantas y los sueños de la noche recargan tus lágrimas
y nombras el escozor de su silencio
odio
y eres capaz de ver más allá del amanecer
y conversas y le exiges directamente al tiempo y a las estrellas
y palpas tu cuerpo buscando síntomas de enfermedad:
quieres sacarte el corazón
o que lo marquen con el hierro ardiente de una cruz.
Benditos los que ahora saben hablar
y le han estado pidiendo al cielo
la aurora.
Ese punto en el océnano en que ya no hay nada,
ese espacio limial entre recuerdo y experiencia
o lo que para todo explorador es el comienzo de su expedición:
la incertidumbre.
La oscura realidad y los sueños de un clarividente.
Riéte conmigo porque ahora has vuelto a empezar.
¿No eras tú quien me decía
concédeme la vida en el umbral?
¿Y cuántas veces te arrodillaste y saltaste ante el sol
queriendo abrir la fuga?
Yo te dije:
tus pasos serán sobre montañas,
¿acaso, a estas alturas, flotando, sumergida en la parte del mar
infinita, poseída por la noche y la cara oculta de la luna,
dudas de mí?
Ya ni siquiera vas dejando pasos sobre la arena,
tal vez una canoa por un río
al que has querido volver;
ruinas y escombros que besan tus manos,
tumbas vacías, madres y lápidas
y que yo te diga:
tu llenas mi mundo de magia y de colores
o que lindo que es soñar.
Ya,
yo entiendo porqué te apresuras a dejar rastros y huellas.
¿Dudas que haya algo originario
en el dolor del corazón
que te levanta por las mañanas?
Es increíble: todavía llevas una soga
–y no es por tu seguridad.
¿Pero cuántos días han de pasar,
cuántas madrugadas en los riscos
sin ver hogueras o señales de humo
acercándose
para darte cuenta que no hay nadie
siguiéndote los pasos?
–y aquí la doble negación no afirma, es una negación reforzada.
Ya,
¿pero a estas alturas vas a decir que caminas sola?
Si más bien tú sigues los pasos que yo te dejé.
¿Y por qué no está claro todavía
que el sueño que te hizo partir
es la esperanza que te recibirá?
Ya te lo dije, ya te lo dije:
habrá que juntar todas nuestras épocas
para hallar el medio.
Grandes empresas son los pasos de gigantes.

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